Arquitecto

Carlos Gómez Sos

GÓmez&GOrshkova

Colaboradores

Raúl Ruiz Castilleja

Arq. Téc.

Fotógrafo

Jesús Granada

Situación

Cortezalor la Real

Fin de obra

12/03/2016

Fabricante de teja

La Escandella

 

Se reconoce la rotundidad de la inclusión de la teja recuperada en la medianera en esta obra de pequeña escala y la adecuación del resto de decisiones en la elección de materiales de fachada e interior. La teja principalmente, y el resto de materiales cerámicos, se tratan con toda su capacidad expresiva, pero sin agredir innecesariamente al entorno.

 

«Todo lo que hacen los bosques, los ríos o el aire / Cabe entre estos muros que creen cerrar la estancia». Jules Supervielle

Esta vivienda de esparcimiento se construye sobre una antigua majada, como se conocen en la Sierra de Aracena las edificaciones auxiliares que servían como casas de apero, despensa o gallineros. Es esta condición por la que se ubican al borde de la población, estando así más próximas a las ricas huertas, como las que bordean Cortelazor. La majada que encontramos aquí había caído en desuso y estaba próxima a la ruina.

La pequeña construcción se asienta sobre una compleja geometría pentagonal deudora de una estructura de la propiedad moldeada durante generaciones. Compaginar la difícil condición espacial con la exigencia de un razonable programa doméstico supuso el reto principal de la intervención. La estrategia adoptada, muy condicionada por la proximidad del límite, resuelve el proyecto con recursos muy sencillos. Comenzando por la distribución de la vivienda, para la cual se concentran los usos subsidiarios (servicios, calefacción, cocina, almacenaje, escaleras…) en el perímetro, quedando así liberada una clara centralidad doméstica que bajo rasante ocupa la cocina-comedor, en la planta baja el salón y en planta alta un dormitorio-estudio.

Esta disposición le confiere una característica cualidad de cascarón horadado, un ámbito protegido que no se restringe a la interioridad, sino que se abre con generosos vanos que apuntan a la profundidad del paisaje. Valle y monte, acogidos en la calidez doméstica, prestan su inmensidad al seno de un hogar humilde. Quizá sea ésta su mayor pretensión, pues, por lo demás, la experiencia del habitar procura una renovada vita simplex construida en torno al alimento, el descanso y la conversación.

Más allá de estrictos requerimientos normativos de integración arquitectónica, el proyecto se asienta sobre el extenso terreno común que comparten la arquitectura popular y el gusto contemporáneo. La lectura en clave actual del suelo estético de la tradición se traduce, nuevamente, en un elogio a la sencillez, manifiesta en una paleta apenas compuesta de madera, teja, piedra, baldosa de barro y el blanco ubicuo.

Mención especial merece la medianera, que se reviste con la teja original recuperada, gracias al empleo de teja nueva en la cubierta. Esto no solo permite reciclar un material valioso por su textura y apariencia, si no que también arraiga la casa con la tradición constructiva vernácula.

Revisitar la tradición nos lleva a formular una rusticitas nova que supera ya la fiebre del tipismo impostado y ha descubierto, no sin sorpresa, una sincera modernidad en lo rústico. Su sustento ético y estético está en la optimización de recursos, en obtener lo mejor de las herramientas más humildes, en la autenticidad de lo desnudo, del blanco encalado a la piedra de musgo y, sobre todo, en querer cada trabajo como un artesano cuida su obra.